lunes, 17 de septiembre de 2007

Baño de estrellas

Adriana Bertorelli



Y a mi quién me manda. Quién me manda a creer en la publicidad, en una mujer anoréxica o quizás no, pero casi y con las tetas recién compradas. Quién me manda a creerme eso de que voy a tener las piernas hermosas y sin pelos y dieciséis tipos esperándome al bajar las escalerillas del avión, a mi, que siempre los vuelos me dan vértigo y me llenan de angustias y me regalan la sensación de que la escalera se va a abrir en dos, que me va a dejar a mitad de camino, exponiéndome, haciendo que todo el mundo se voltee como si igual no se voltearan y se preguntaran lo mismo que yo cuando entro al avión, si esta escalera me aguantará en peso, si cabré esta vez en la mini silla no hecha para seres humanos, al menos no para los de mi tamaño y me obligan entonces a pedir la extensión del cinturón de seguridad mientras la azafata, que seguro también quiso ser modelo pero no tuvo la altura ni el talento, hace la mímica de abrocharse el cinturón y soplar los pitillos del chaleco salvavidas con una cara de fastidio y una falta de convicción feroces. A mi quién me manda y ahora cómo aviso que estoy acá, a mitad de este vestidito rosado a medio subir, con la faja que se le reventaron tres brochecitos y con la barriga afuera o medio afuera, como si me estuvieran desollando, atorada, mi barriga sin ombligo por culpa de la operación de hernia hiatal mal hecha en un hospital público, embutida, literalmente, en medio vestido rosado que logré conseguir en Korda Modas para venir a conocer en persona al novio que conquisté por internet y sólo me he atrevido a mostrarle fotos de antes de los hijos, la operación, los cachos y las frustraciones. Quién me hizo creer que yo era igualita a la estúpida esa recién casada con el míster, la que sale en traje de baño diminuto y que no debe tener pelos en las piernas, ni debe sudar cuando se sube el vestido ni sufre porque tiene canas allá abajo y a quien seguramente jamás la dejaron por la manicurista 15 años menor, con cadenita en el tobillo y las uñas pintadas con media luna, que todos sabemos bien lo que significan. Cómo llamo a la azafata si ni siquiera puedo moverme lo suficiente para pasarle el pestillo a la puerta y encima con esta pierna encaramada en este bonsái de lavamanos, atascada, porque lo más seguro es que se me haya estrangulado la otra hernia que tenía en la ingle y me quede aquí encallada como una ballena, atrapada en un cuerpo que me empeño en negar aunque sé que hasta yo tengo mi público en algunos países, si no miren al Rubens ese que era pintor. Quién me manda a creer que ese avión de cartón de la publicidad existe y encima se volvió a prender la lucecita roja y necesito llamar a la aeromoza aunque se burle y siento voces en el lado de afuera de esta puertica de cartón piedra y me estoy ahogando con el olor a pozo séptico con desinfectante, atorada en el vestido de polyester mientras trato de bajar la pierna para, al menos, conservar algo de mi dignidad pisoteada por la publicidad, por el lavamanos, por las modelos y la manicurista medio puta de la cadenita, qué vergüenza.

3 comentarios:

Maria D. Torres dijo...

Lo único que no se parece a mí es el vestido rosado de Korda Modas!!!!
Que vaina tan buena!

Anónimo dijo...

Adriana, me gustó mucho. Me imagino la música de Abba de fondo y el nombre de la chica sería Muriel.

Unknown dijo...

Gorda, pa lante. ¿Ese avión va para Hollywood?