lunes, 17 de septiembre de 2007

Souvenir

Daniela Burroughs y José Javier Rojas




A veces, yo no soy yo. Soy otro, distinto. Irreconocible, sin nombre. Sin cara, ni cuerpo. Bueno, cuerpo sí, si así se le puede llamar a estas formas decadentes, a estos restos que habita el otro, ese otro que no soy yo, ese que cada vez me desplaza, me difumina, me disuelve en las sombras. Yo soy otra cosa, no esto que yace desorientado en medio de la oscuridad en esta habitación desconocida. Yo no soy este perro asustado, que requiere atención constante. Yo soy un hombre, no una mascota con aspecto de hombre.

Yo soy, mucho gusto, el Delegado del Sindicato de Obreros Ferroviarios ante la Unión Obrera de Sajonia. Yo conozco cada perno, cada durmiente, cada aguja y cada riel de cada vía y estación desde Berlín hasta Praga. Con estas manos, no con estas rechonchas garras abotagadas, sino con mis poderosas manos y las de mis camaradas, yo levanté las vías del tren sobre las que se erigiría, al fin, el nuevo paraíso obrero, la utopía por la que generaciones de trabajadores como yo habíamos dejado el pellejo en las fábricas y campos de Europa. Nosotros, los hombres que entonces surgimos de entre los despojos, reconstruimos el orgullo de un país despedazado por la guerra, una nación que solo recibiría vergüenza como único legado del tirano y sus secuaces aquiescentes.

Muchas cosas empezaron a cambiar en el nuevo mundo que estábamos construyendo, y algunas cosas cambiaron mucho para seguir peor. Si antes era la Gestapo, ahora era la Statsi la que nos vigilaba. Si antes teníamos que guardarnos de los matones y delatores tarifados por los nazis, ahora temíamos por la infidencia de cualquier miembro del partido. Las sucesivas purgas nos sumieron en un estado de sospecha permanente, y cuando creíamos que el padrecito Stalin había terminado de erradicar al inefable enemigo interno, el camarada Secretario General Krushev llegó para explicarnos que el culto a la personalidad era el verdadero peligro contrarrevolucionario y que apenas todo el sacrificio estaba por empezar a hacerse para salvarnos de caer en las fauces del precipicio capitalista.

Cuando le dije a Hannah que había llegado el momento de desertar a Occidente, ella estuvo de acuerdo. Sus dudas hacer rato que eran certezas, y si había guardado de mí su desencanto, era porque no quería romper mis sueños hasta que yo estuviera listo para despertar.

-Hannah, querida, ¿eres tú?

-Sí. Dime, ¿qué haces aquí solito?

-Nada. Tengo hambre.

-Claro, yo también. Por eso estamos los dos en la cocina, porque es de madrugada y a esta hora pega el hambre canalla. Voy a prender la luz, ¿ves?, aquí está el suiche, justo encima del molinillo que te regaló mamá en Navidad.

-Mmm, es bonito. ¿Me lo regaló mi mamá?

-No, abuelo, mi mamá, tu hija, que es mi mamá y por eso tú eres mi abuelo porque eres el papá de mi mamá.
Hannah se veía igual, pero era distinta. Ella también había cambiado, pero seguía idéntica a como yo la conocí en las calles de la Berlín liberada por el Ejército Rojo.

-¿Quieres mostaza como siempre? Te lo preparo ligero porque si no mami me regaña y dice que te malcrío demasiado.

No entiendo cómo llegó Hannah hasta aquí tan joven, tan hermosa, si yo ahora luzco como un viejo. Recuerdo, eso sí, haber hecho un largo viaje por barco con una niña llorosa, inconsolable. Recuerdo llegar a un taller mecánico, con la niña llorosa de mi brazo. Recuerdo también que la niña, ahora siempre sonreída, me plantaba un beso todas las tardes cuando entraba al taller, trayéndome comida y a veces hasta flores. Lo que recuerdo mejor de todas las cosas del mundo que recuerdo, y por eso no entiendo el imposible rostro de esta amable joven que me hace un emparedado de pan de centeno justo como a mí me gusta, es la cara de Hannah la última vez que la vi. Todavía colgaba del árbol, como una marioneta abandonada, en los bosques de Turingia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

http://gentequenecesitaterapia.blogspot.com/2007/08/la-stasi-en-nuestras-mentes.html

Anónimo dijo...

/08/la-stasi-en-nuestras-mentes.html

Anónimo dijo...

No me recordaba de esto. Fue en el diplomado de escritura creativa?
sldos.
Daniela B