lunes, 17 de septiembre de 2007

Terror en Japón…

Carlos Zerpa


Sólo escuchar que me hablen de Japón hace que me den ganas de desmayarme, me decía Guillermo por lo que le aconteció la primera noche, aquella cuando llegó a "La Tierra del Sol Naciente", esa gran potencia económica con trece siglos de historia y de cultura que en verdad a él le fascinaba.

Resulta que llega después de un maratónico e interminable viaje, desde la ciudad de México a Tokio, a un coloquio sobre Arte NO Convencional. Recuerda que al llegar, ya lo estaban esperando en el aeropuerto la comisión de bienvenida para llevarlo directo al hotel en donde se hospedaría y en donde se realizaría el magno evento… Sayonara le decían.

Apenas pisó su espacioso cuarto, se dió un buen baño con agua caliente, se vistió bastante elegante y se perfumó; contestó una llamada telefónica que hizo acelerar su paso, ya que lo estaban llamando de la recepción del hotel para llevárselo a él y a los otros participantes del simposio a comer Sashimi, Sushi y a tomar buen Sake.

Y ahí estaba ya en el restaurante, se había quitado los zapatos según la costumbre del lugar, y una Geisha se había llevado su abrigo. Caminó entre bonsáis y estaba ya sentado sobre el tatami comiendo en una bajísima mesa un buen plato de Nigiri Sushi con algas Nori, mucho Wasabe y tomando Sake caliente, ese maravilloso aguardiente de arroz que también es llamado Nihonshu … “Sempai” decía y escuchaba brindar una y otra vez vaciando las botellitas de licor. Quizás por el cansancio del viaje, el cambio de país y de altitud o por el exceso de alcohol, se sintió mareado y haciendo una reverencia se excusó, fue al baño a orinar y a ponerse un poco de agua fría en la nuca… Eso hizo, luego salió del baño y decidió caminar un poco antes de regresar a la mesa, pues sabía que la celebración iba a durar varias horas; así que calladamente y sin zapatos salió a respirar aire fresco y a dar unos pasos fuera del recinto… Llegó a la esquina, caminó una cuadra, cruzó a la izquierda, de nuevo a la derecha e intentó regresar al restaurante cuando…¡¡¡¡¡HORROR!!!!!! No encontró el lugar. ¿Cómo era posible? Todas las calles y lugares parecían iguales, entonces regresó sobre sus pasos y tampoco lo encontró.

Todos los letreros de las calles y los locales estaban escritos en japonés. Le preguntaba a las pocas personas que conseguía a su paso pero la gente hablaba sólo japonés. Hacía mucho frío y andaba sin abrigo y sin zapatos… pero lo peor de todo, NO sabía cuál era el nombre del restaurante, ni mucho menos conocía el nombre del hotel, ni siquiera su dirección; en verdad estaba perdido, borracho y extraviado en una ciudad en donde a diferencia de lo que él imaginaba, nadie absolutamente nadie hablaba inglés. Deambulaba sin dinero y sin pasaporte, pues los había dejado en el abrigo en el vestíbulo del Sushi Bar… Estaba perdido, borracho y angustiado.

Caminó y caminó durante toda la noche hasta la madrugada, los pies los tenía con ampollas y sangrantes. Caminó muchísimo y al no poder más, se acostó en un banco de una plaza y se quedó dormido tiritando del frío.

La policía lo despertó bruscamente en la mañana, le hablaban cosas que él no entendía y cuando les hablaba él a ellos en inglés, pues no lo entendían; así que se lo llevaron detenido y Guillermo comenzó a llorar como el hombre más desgraciado de este mundo.

Lo detuvieron por ser un vagabundo y lo pusieron tras una reja junto a un hombre calvo con cara de pocos amigos que le escupía repetidamente en la cara. Estaba completamente desahuciado cuando el milagro se produjo y nuestro amigo agradeció la existencia de Dios.

Los organizadores del coloquio lo habían estado buscando durante toda la noche y le habían dado parte a la policía de su desaparición. A los pocos minutos, ya estaban sacándolo de prisión y regresándolo a su hotel. En cuestión de media hora tenía que dar una conferencia sobre Performance Art.

Guillermo lloraba en la limusina que lo transportaba al simposium y juró desde ese momento y para siempre, que apenas llegara a un hotel se aprendería el nombre y la dirección del mismo, así como su número de teléfono.

Por eso el sólo nombre de Japón hace que a mi amigo le produzca un fuerte dolor de barriga.


http://carloszerpa.blogspot.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Carlos, este cuento le pone a una la carne de gallina.
Intenso como todas tus historias.