Sólo escuchar que me hablen de Japón hace que me den ganas de desmayarme, me decía Guillermo por lo que le aconteció la primera noche, aquella cuando llegó a "La Tierra del Sol Naciente", esa gran potencia económica con trece siglos de historia y de cultura que en verdad a él le fascinaba.
Resulta que llega después de un maratónico e interminable viaje, desde la ciudad de México a Tokio, a un coloquio sobre Arte NO Convencional. Recuerda que al llegar, ya lo estaban esperando en el aeropuerto la comisión de bienvenida para llevarlo directo al hotel en donde se hospedaría y en donde se realizaría el magno evento… Sayonara le decían.
Apenas pisó su espacioso cuarto, se dió un buen baño con agua caliente, se vistió bastante elegante y se perfumó; contestó una llamada telefónica que hizo acelerar su paso, ya que lo estaban llamando de la recepción del hotel para llevárselo a él y a los otros participantes del simposio a comer Sashimi, Sushi y a tomar buen Sake.
Y ahí estaba ya en el restaurante, se había quitado los zapatos según la costumbre del lugar, y una Geisha se había llevado su abrigo. Caminó entre bonsáis y estaba ya sentado sobre el tatami comiendo en una bajísima mesa un buen plato de Nigiri Sushi con algas Nori, mucho Wasabe y tomando Sake caliente, ese maravilloso aguardiente de arroz que también es llamado Nihonshu … “Sempai” decía y escuchaba brindar una y otra vez vaciando las botellitas de licor. Quizás por el cansancio del viaje, el cambio de país y de altitud o por el exceso de alcohol, se sintió mareado y haciendo una reverencia se excusó, fue al baño a orinar y a ponerse un poco de agua fría en la nuca… Eso hizo, luego salió del baño y decidió caminar un poco antes de regresar a la mesa, pues sabía que la celebración iba a durar varias horas; así que calladamente y sin zapatos salió a respirar aire fresco y a dar unos pasos fuera del recinto… Llegó a la esquina, caminó una cuadra, cruzó a la izquierda, de nuevo a la derecha e intentó regresar al restaurante cuando…¡¡¡¡¡HORROR!!!!!! No encontró el lugar. ¿Cómo era posible? Todas las calles y lugares parecían iguales, entonces regresó sobre sus pasos y tampoco lo encontró.
Todos los letreros de las calles y los locales estaban escritos en japonés. Le preguntaba a las pocas personas que conseguía a su paso pero la gente hablaba sólo japonés. Hacía mucho frío y andaba sin abrigo y sin zapatos… pero lo peor de todo, NO sabía cuál era el nombre del restaurante, ni mucho menos conocía el nombre del hotel, ni siquiera su dirección; en verdad estaba perdido, borracho y extraviado en una ciudad en donde a diferencia de lo que él imaginaba, nadie absolutamente nadie hablaba inglés. Deambulaba sin dinero y sin pasaporte, pues los había dejado en el abrigo en el vestíbulo del Sushi Bar… Estaba perdido, borracho y angustiado.
Caminó y caminó durante toda la noche hasta la madrugada, los pies los tenía con ampollas y sangrantes. Caminó muchísimo y al no poder más, se acostó en un banco de una plaza y se quedó dormido tiritando del frío.
La policía lo despertó bruscamente en la mañana, le hablaban cosas que él no entendía y cuando les hablaba él a ellos en inglés, pues no lo entendían; así que se lo llevaron detenido y Guillermo comenzó a llorar como el hombre más desgraciado de este mundo.
Lo detuvieron por ser un vagabundo y lo pusieron tras una reja junto a un hombre calvo con cara de pocos amigos que le escupía repetidamente en la cara. Estaba completamente desahuciado cuando el milagro se produjo y nuestro amigo agradeció la existencia de Dios.
Los organizadores del coloquio lo habían estado buscando durante toda la noche y le habían dado parte a la policía de su desaparición. A los pocos minutos, ya estaban sacándolo de prisión y regresándolo a su hotel. En cuestión de media hora tenía que dar una conferencia sobre Performance Art.
Guillermo lloraba en la limusina que lo transportaba al simposium y juró desde ese momento y para siempre, que apenas llegara a un hotel se aprendería el nombre y la dirección del mismo, así como su número de teléfono.
Por eso el sólo nombre de Japón hace que a mi amigo le produzca un fuerte dolor de barriga.
http://carloszerpa.blogspot.com
Resulta que llega después de un maratónico e interminable viaje, desde la ciudad de México a Tokio, a un coloquio sobre Arte NO Convencional. Recuerda que al llegar, ya lo estaban esperando en el aeropuerto la comisión de bienvenida para llevarlo directo al hotel en donde se hospedaría y en donde se realizaría el magno evento… Sayonara le decían.
Apenas pisó su espacioso cuarto, se dió un buen baño con agua caliente, se vistió bastante elegante y se perfumó; contestó una llamada telefónica que hizo acelerar su paso, ya que lo estaban llamando de la recepción del hotel para llevárselo a él y a los otros participantes del simposio a comer Sashimi, Sushi y a tomar buen Sake.
Y ahí estaba ya en el restaurante, se había quitado los zapatos según la costumbre del lugar, y una Geisha se había llevado su abrigo. Caminó entre bonsáis y estaba ya sentado sobre el tatami comiendo en una bajísima mesa un buen plato de Nigiri Sushi con algas Nori, mucho Wasabe y tomando Sake caliente, ese maravilloso aguardiente de arroz que también es llamado Nihonshu … “Sempai” decía y escuchaba brindar una y otra vez vaciando las botellitas de licor. Quizás por el cansancio del viaje, el cambio de país y de altitud o por el exceso de alcohol, se sintió mareado y haciendo una reverencia se excusó, fue al baño a orinar y a ponerse un poco de agua fría en la nuca… Eso hizo, luego salió del baño y decidió caminar un poco antes de regresar a la mesa, pues sabía que la celebración iba a durar varias horas; así que calladamente y sin zapatos salió a respirar aire fresco y a dar unos pasos fuera del recinto… Llegó a la esquina, caminó una cuadra, cruzó a la izquierda, de nuevo a la derecha e intentó regresar al restaurante cuando…¡¡¡¡¡HORROR!!!!!! No encontró el lugar. ¿Cómo era posible? Todas las calles y lugares parecían iguales, entonces regresó sobre sus pasos y tampoco lo encontró.
Todos los letreros de las calles y los locales estaban escritos en japonés. Le preguntaba a las pocas personas que conseguía a su paso pero la gente hablaba sólo japonés. Hacía mucho frío y andaba sin abrigo y sin zapatos… pero lo peor de todo, NO sabía cuál era el nombre del restaurante, ni mucho menos conocía el nombre del hotel, ni siquiera su dirección; en verdad estaba perdido, borracho y extraviado en una ciudad en donde a diferencia de lo que él imaginaba, nadie absolutamente nadie hablaba inglés. Deambulaba sin dinero y sin pasaporte, pues los había dejado en el abrigo en el vestíbulo del Sushi Bar… Estaba perdido, borracho y angustiado.
Caminó y caminó durante toda la noche hasta la madrugada, los pies los tenía con ampollas y sangrantes. Caminó muchísimo y al no poder más, se acostó en un banco de una plaza y se quedó dormido tiritando del frío.
La policía lo despertó bruscamente en la mañana, le hablaban cosas que él no entendía y cuando les hablaba él a ellos en inglés, pues no lo entendían; así que se lo llevaron detenido y Guillermo comenzó a llorar como el hombre más desgraciado de este mundo.
Lo detuvieron por ser un vagabundo y lo pusieron tras una reja junto a un hombre calvo con cara de pocos amigos que le escupía repetidamente en la cara. Estaba completamente desahuciado cuando el milagro se produjo y nuestro amigo agradeció la existencia de Dios.
Los organizadores del coloquio lo habían estado buscando durante toda la noche y le habían dado parte a la policía de su desaparición. A los pocos minutos, ya estaban sacándolo de prisión y regresándolo a su hotel. En cuestión de media hora tenía que dar una conferencia sobre Performance Art.
Guillermo lloraba en la limusina que lo transportaba al simposium y juró desde ese momento y para siempre, que apenas llegara a un hotel se aprendería el nombre y la dirección del mismo, así como su número de teléfono.
Por eso el sólo nombre de Japón hace que a mi amigo le produzca un fuerte dolor de barriga.
http://carloszerpa.blogspot.com
1 comentario:
Carlos, este cuento le pone a una la carne de gallina.
Intenso como todas tus historias.
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